Las mujeres en los museos y la historia del arte

Las Guerrilla Girls en el año 1985 crearon una reivindicación en la que se podía leer ”Do women have to be naked to get into the Met Museum?” (¿Deben estar desnudas las mujeres para estar en el Met Museum?).

Su activismo iba mucho más allá de llamar la atención sobre los cuerpos desnudos representados en los cuadros del Metropolitan Museum de Nueva York. Reivindicaban la poca representación de artistas mujeres dentro del museo.
Desde el principio de los tiempos, el arte ha estado presente en la evolución del ser humano y se ha convertido en parte de ella. No concebimos una parte de la historia que no quedase plasmada en un lienzo, mural o escultura, desde la prehistoria hasta el día de hoy; es esto lo que nos ha permitido investigar, sacar a la luz hechos pasados y aprender de la Historia.
El 51% de la población (es decir, las mujeres) nunca han estado ajenas a esto, aunque nos hayan hecho creer lo contrario. Estudios recientes quieren poner en juego que las pinturas rupestres, que nos ayudaron a entender las dinámicas de las poblaciones más antiguas de la historia, eran, contrario a lo que se pensaba hasta ahora, realizadas por mujeres.
Que hasta nuestros días, a museos y galerías hayan llegado pocos nombres de mujeres artistas (igual que escritoras, académicas, etc.) no es casualidad. Que la mujer tuviese que quedarse en casa aprendiendo labores del hogar y otros menesteres impedía que desarrollasen su faceta artística o de cualquier otra índole, y por tanto, que sus nombres no llegasen a perdurar en el tiempo.
A pesar de esto, fueron unas cuantas elegidas las que, por circunstancias extraordinarias (normalmente relacionadas con un estatus económico alto), tuvieron la oportunidad de mostrar al mundo su arte.
Sofonisba Anguissola (1532-1625) es una de las primeras de las que tenemos constancia. Nacida en Italia, su madre se empeñó en dar a sus hijas una educación que incluyese las Bellas Artes, ámbito en el que destacó de una manera excepcional, llegando a captar la atención con sus pinturas del mismísimo Miguel Ángel.

Otros nombres relevantes en la Edad Moderna han sido los de Artemisa Gentileschi (1593-1653), Judith Leyster (1609-1660), Élisabeth Vigée le Brun (1755-1842) o Rosa Bonheur (1822-1899), entre otras.
Todas ellas no solo fueron artistas de una manera doméstica o personal, si no que trabajaron para casas reales internacionales como la corte de Felipe II en España (Sofonisba Anguissola) o ser la retratista personal de Maria Antonieta (Élisabeth Vigée le Brun).

Artistas como Judith Leyster de hecho, fueron borradas de la historia al atribuirse a su marido todas sus obras (ya que al morir, se empezaron a vender sus cuadros bajo el nombre del marido porque contaba con más renombre que ella y por tanto se vendían más caros), pasando por alto que fue una de las primeras mujeres en ser admitida en el gremio de artistas de Haarlem.

La historia de las mujeres en el arte se ha visto siempre eclipsada por hechos similares. No es una novedad que una artista sea referida como “la mujer de” o “la hermana de”, etc. Y el hecho de que en el s. XX surgiesen más mujeres que desempeñaban este oficio no mejoró mucho sus condiciones.
La famosa Frida Kahlo, a la que en los últimos años nos hemos cansado de ver como imagen de la lucha feminista, mucho antes de eso era conocida como “la mujer de Diego Rivera”, obviando que Kahlo tenía, no solo un estilo propio, que el tiempo se ha encargado de poner en su sitio, sino también una individualidad propia, independiente de su pareja.
Afortunadamente, los movimientos feministas y las reivindicaciones como las de las Guerrilla Girls han ayudado a que la gente tome conciencia de la falta de representación femenina en los museos, y se haya creado un fenómeno de búsqueda de artistas para compensar la falta de ella.
Esto no solo ha servido para que nuevas artistas se incorporen al mundo del arte, sino que se está creando una sensibilización acerca de todas aquellas mujeres que en su día no tuvieron oportunidad de darse a conocer de una manera masiva porque el panorama estaba copado y dirigido por los hombres.
Como galería, nuestra pequeña aportación en esta ocasión es daros a conocer un poco más a las artistas a las que representamos.
A pesar de haber estudiado escultura en su formación, Carmen Jabaloyes (Valencia, 1971) se dedicó a la pintura, ya que le permitía una mayor desenvoltura debido a sus cambio de domicilio constantes (Argelia, Estados Unidos, Alemania…). Carmen es una artista versátil que demuestra su adaptación al medio mediante sus obras, que nos enseñan referencias de sus vivencias y su historia más personal.

Françoise Vanneraud (Nantes, Francia, 1984) empezó haciendo obras más representativas de la figura humana, pero su estilo ha ido evolucionando hacia un estilo más conceptual que lleva a centrarse más en el paisaje y las texturas. Dichos paisajes representan los escenarios de las vivencias de la memoria de la artista.

Shirin Salehi (Teherán, Irán, 1982) recoge aquella tradición escrita que en Irán se presenta casi como una forma de vida, la poesía, y la transforma en parte de su obra, que refleja esa sensibilidad en los materiales y en la misma manufactura de las obras, en las que utiliza papeles hechos a mano, así como matrices de grabación, que se deterioran al pasar por diferentes procesos químicos y que utiliza para representar el paso del tiempo.
