Mil Colores
“RIGHTTORETURN“ (2010), de Markus Linnenbrink. Fotografía y resina epoxy sobre tabla
La mayoría de los grandes artistas tienen una obra estrella a la que siempre se les asocia. Si hablamos de Edvard Munch, seguro que inmediatamente os viene a la cabeza “El grito“ (1893); lo mismo sucede con Monet y su serie de Nenúfares (1920-1926), con Picasso y el “Guernica“ (1937), Velázquez y “Las Meninas“ (1656)… Y así podríamos estar durante horas y horas.
En realidad, este hecho ocurre con muchas de las profesiones consideradas más “artísticas“, ¿Qué reconocido grupo musical no tiene una canción cuyos fans consideran legendaria? Y lo mismo sucede con los grandes arquitectos, poetas, o estrellas de Hollywood. Todo gran artista cuenta con al menos una gran pieza insignia muy reconocida, además de una estética única, que refleja en sus obras y que actúa como una especie de sello de autenticidad, pues tiene esa “huella“ única que les impregna el autor; ese “algo“ que los hace destacar entre los demás y diferenciarse.
Puede deberse a que hace un uso diferente de los materiales, quizás a que es más arriesgado a la hora de experimentar con nuevas técnicas, o puede que lance un mensaje que cala más en la sociedad… El caso es que, aunque crean algo que posteriormente pueda y de hecho vaya a ser imitado por otros, siempre serán conocidos por ser los líderes de un movimiento, de una tendencia, o de una forma de CREAR que los hace especiales y provoca que ganen el prestigio y reconocimiento, primero de críticos y expertos y, posteriormente, del gran público.
Es difícil explicar en qué consiste ese sello único, pero básicamente es lo que percibimos al contemplar una escultura de Chillida, una pintura de Miró, una instalación de Bernardí Roig y, llegando al artista que hoy nos empuja a escribir, cualquiera de las obras de Markus Linnenbrink.
“POODLEBITES“ (2006), de Markus Linnenbrink. Fotografías y resina epoxy sobre tabla. 140×140 cm
En el caso de este último, su sello diferencial no sólo es uno, sino dos. En primer lugar, el característico uso que hace del color. Sencillamente porque, como dijo el crítico Francisco Carpio en un ensayo dedicado a Linnenbrink, cada una de sus obras es como un festival de color pues este es “el gran invitado de honor a la fiesta de todas sus obras“.
Tanto es así que resulta difícil contemplar una de sus obras sin que el impacto visual por el uso de tal variedad de color cause una ligera sonrisa por su apariencia irreverente y osada.
El segundo de sus sellos es la utilización de la técnica del “dripping“ o “goteo“. Y no es que sea el único autor que hace uso de este modo de proceder, pero sí es único tanto el resultado como el método “calculado“ de llevarlo a cabo.
Esculturas de las colecciones “Skulls“ y “Organic“, del autor Markus Linnenbrink
No sorprenderá a nadie la afirmación de que el artista que más destacó en el uso del goteo, no siendo tampoco el primero, fue el gran Jackson Pollock, a quien se llegó a apodar Jack the dripper (Jack el goteador) por su dominio en esta técnica. Sin embargo, el goteo de las obras de Pollock, adquiría una apariencia mucho más caótica; como si se debiese a un impulso que desemboca finalmente en un efecto orgánico e irregular.
Linnenbrink, sin embargo, emplea dicha técnica de una forma mucho más controlada. Dosificada tanto en el resultado como en su propia aplicación. Sus resinas, previamente pigmentadas, recorren en la mayoría de sus obras trazados paralelos que pese a formarse libremente por el propio efecto de la gravedad, han sido previamente planeados o guiados.
“THEWAITISOVERBESOMEONEELSE“, de Markus Linnenbrink (2009). Resina epoxy sobre tabla, 150x240cm.
El resultado es tan simple como impactante, dando lugar a colecciones muy similares entre sí pero que, sin abandonar la personalidad de Linnenbrink a lo largo de los años han variado tanto en sus formas, como en sus soportes. El artista, ha llevado ese mismo “juego“ de colores no sólo a tablas y lienzos, sino a todo tipo de esculturas e instalaciones.
Instalación artística “Wasserman“, de Markus Linnenbrink
No obstante, el arte de este autor afincado en Brooklyn, no sólo ha recorrido galerías y museos de multitud de países, sino que ha traspasado cualquier sala de exposición para convertirse en un reclamo permanente en lugares como el Hall de la Pennsilvania Academy of Fine Arts, o el lobby del recién restaurado edificio 75 Rockefeller Center. Incluso diseñó una colección de relojes que tiene su mismo nombre para la marca Swatch, inspiradas en algunas de sus obras.
Colección de relojes diseñados por Markus Linnenbrink para la marca Swatch
En la actualidad, el artista de origen alemán está creando un mural en la fachada de un edificio ubicado en el centro de Miami. La obra, cuando esté finalizada en los próximos días medirá más de 12,000 metros cuadrados nada menos. ¿Qué será lo próximo? Para este autor, sin duda el cielo es el límite.