Javier Riera
Ocurre la pintura

Es común entre los artistas en determinados momentos de sus carreras, sin saber muy bien por qué, se ven forzados a contemplar el estado de su obra desde muy diferentes prismas. Acostumbrados a vivir sumergidos en el trabajo, la percepción de lo realizado aparentemente clara, uno se encuentra a veces, como de repente, con multitud de frentes abiertos, centros diseminados aquí y allá que no hacen sino confundir al propio artista y desestabilizar lo que crean sólidamente arraigado. Suele resultar cómodo saber donde está el centro y lo que de él dimana, pero al cabo la obra se resiente. La pluralidad de centros en el trabajo de un artista sólo puede confirmar que la obra está viva, que puede avanzar en cualquier dirección, muchas veces inesperada. Y para un artista, esos deben ser momentos apasionantes.